16 de febrero de 2013

PALABRAS Y PELÍCULAS





Por Stanley Kubrick

Publicado en Sigth and Sound, invierno de 1960-1961.

En mi opinión, la novela perfecta para adaptar al cine no es la de acción sino, al contrario, la que se centra en la vida interior de sus personajes. Con una novela de estas características el adaptador no pierde en ningún momento el compás de lo que piensa o siente un personaje en un momento dado de la historia. Y, a partir de aquí, puede inventar la acción, que será correlativa al contenido psicológico del libro, y adaptarla fielmente de una forma implícita, natural sin que los actores tengan que recurrir a grandes declaraciones sobre el significado de sus gestos.

Cuando una película u obra literaria intentan decir algo realmente verdadero sobre la vida, deben hacerlo indirectamente, para evitar las conclusiones fáciles y las ideas preconcebidas. Su punto de vista debe estar completamente vinculado  a un sentido de la vida tal como es, y tiene que hacerse entender a través de una inyección sutil en la conciencia del público. Las ideas válidas y auténticas son tan polifacéticas que no provocan el ataque frontal. El público tiene que descubrir las ideas, y su emoción por descubrirlas hace que estas ideas sean aún más poderosas. Las ideas deben reforzarse a través de la sorpresa y el afán de descubrimiento del público, en lugar de utilizar artificialmente determinados puntos de la trama, falsos dramas o falsas dinámicas teatrales.

Suele decirse que una gran novela es menos prometedora para el cine que una novela sencillamente buena. No creo que la adaptación de una gran novela presente dificultades distintas a la de una novela buena o mediocre, con la salvedad de que las críticas siempre serán duras si la película es mala, incluso si es buena. Creo que toda novela puede adaptarse con éxito, exceptuando las obras cuya integridad estética puede quedar comprometida por la extensión. Por ejemplo, aquellas novelas en las que la acción continua y variada es un componente esencial de la historia, de manera que pierde mucho de su esencia cuando se le eliminan determinados fragmentos.

La gente me ha preguntado cómo es posible adaptar Lolita al cine cuando la calidad del libro se debe en gran parte al estilo de la prosa de Navokov. Pero la consideración de la prosa como algo más que un componente adicional de un gran libro significa que no se entiende en qué consiste realmente un gran libro. No cabe duda de que la calidad de la escritura es uno de los elementos que convierten una novela en excepcional, pero esta calidad es el resultado de la obsesión del escritor por una temática y un concepto, una visión de la vida y una comprensión del carácter. El artista utiliza el estilo para fascinar al espectador y trasmitirle sus sentimientos, sus emociones y sus pensamientos. Es esto lo que tiene que adaptarse, no el estilo. La adaptación tiene que encontrar un estilo propio, algo que se consigue cuando se alcanza la comprensión del contenido. Y, al hacerlo, brotará una parte de la estructura que se ha perdido en la novela. Puede que sea tan buena como la novela o no, pero a veces puede llegar a ser incluso mejor en algunos aspectos.


Creo que los cineastas que más han influido en mi carrera son (sin ningún orden en especial): Chaplin, De Sica, Bergman, Fellini, Hitchcock, Wells y Ophuls”- SK/1960 (a Charles Reynolds/ Popular Photography).


Muy raramente, en este punto también interviene la interpretación de los actores. En el mejor de los casos, el drama realista consiste en una progresión de estados de ánimo y sentimientos que ejercen un efecto sobre los del público y transforman el significado del autor en una experiencia emocional. Esto significa que el autor no debe pensar en el papel y la tinta como herramienta de escritura, sino que trabaja con carne y sentimientos. Y, en ese sentido, creo que muy pocos escritores parecen entender lo que un actor puede comunicar emocionalmente y lo que no. A menudo, en algún punto, el escritor espera que una mirada en silencio exprese algo que sería una especie de jeroglífico si se explicara, y al cabo de un momento el actor tiene que soltar una parrafada para expresar algo que resulta bastante obvio para la situación y para lo que bastaría con una breve mirada.
 Los escritores suelen abordar la creación dramática centrándose en exceso en las palabras, sin darse cuenta de que la mayor fuerza que poseen son los estados de ánimo y los sentimientos que pueden provocar en el espectador a través del actor. Suelen aceptar al actor a regañadientes, y creen que probablemente arruinará lo que ellos han escrito en lugar de verle como un medio de expresión de su escritura.

En este punto, cabe preguntarse si la dirección es una continuación de la escritura. En mi opinión, la tarea de un director reside precisamente en esto, lo que nos lleva a afirmar que un escritor-director es el instrumento dramático perfecto, y los pocos ejemplos en los que estas dos técnicas han convergido en una misma persona han creado las obras más coherentes que existen.

Cuando el director no es su propio autor, creo que su deber es mantenerse absolutamente fiel al autor y no sacrificar ninguna de sus intenciones en pos del clímax o el efecto. Aunque parece algo obvio, ¿cuántas obras de teatro o películas hemos visto en las que la experiencia resulta emocionante e impresionante, pero, al terminar, nos damos cuenta de que el fondo es más pobre que la forma? Este suele ser el resultado de la estimulación artificial de los sentidos mediante la técnica que se muestra indiferente al diseño interno de la obra original. En estos casos sale a relucir la peor parte del culto del director.

Por otra parte, no pretendo insinuar rigidez. No hay nada más estimulante que participar en el proceso de crecimiento de una película a través de la colaboración vital entre el guionista, el director y los intérpretes. Toda manifestación artística bien ejecutada implica una lucha constante entre concepción y ejecución, y la intención original se modifica constantemente hasta alcanzar la objetividad. En la pintura, este proceso se da entre el artista y el lienzo. En el cine, se da entre la gente.