15 de abril de 2009

MARISA BERENSON, Actriz.

*Esta entrevista fue tomada del libro KUBRICK, de Michel Ciment, Ediciones Calmann-Lévy, octubre 2001, páginas 287-293. Edición original en francés. Traducido por Raúl Lino Villanueva.


New York, 21 de junio de 1999 (3 meses después de la muerte de Kubrick)

Michel Ciment: ¿En sus recuerdos, como se le aparece Stanley Kubrick?
Marisa Berenson
: Su desaparición me puso muy, muy triste. Es alguien a quien quería mucho. Era muy introvertido, muy secreto, pero con una gran vida interior y una verdadera sensibilidad. Yo sé pocas cosa por que él no era muy abierto, pero había en él una gran ternura y una gran pasión por lo que hacía. Lo que era chocante, era por supuesto su enorme inteligencia, pero tenía también mucho humor. Era un gran tímido que se protegía mucho, pero estaba habitado por lo que lo apasionaba 24 horas al día. Era muy exigente con los demás, esperando de los demás que estuvieran igual de implicados que él y además perfeccionistas.

Si vemos sus películas, podemos deducir que él tenía ciertamente con las mujeres una relación muy diferente que aquella que mantenía con los hombres.
Se me acercaba efectivamente con mucha timidez y, durante el rodaje, me escribía seguidamente cartas en lugar de hablarme. Con Ryan O’Neal, se entretenía mas cómodamente, hablando de deporte o de cosas de ese tipo, como lo hacen los hombres entre ellos. Sus cartas eran muy personales y llegaban en un momento que él estimaba necesario comunicarse conmigo. En el plató, no hablaba mucho, ni siquiera para dirigir a sus actores. En todo caso, se sentía mejor con Ryan. Después de la película, fue igual, siempre me mostró mucho respeto y apreciaba mi trabajo, lo que es encantador y muy raro en un director. Nos dejó muy calmadamente, Eyes Wide Shut terminada, como si fuera la última cosa que tenía ganas de hacer.

Stanley Kubrick, Marisa Berenson & Ryan O'Neal

¿Cómo la escogió para actuar en Barry Lyndon?
Él me había visto en Cabaret, y creía que yo era alemana por el acento que tomé para la película de Bob Fosse. Llamó a Stanley Donen, que me conocía muy bien desde que yo era niña, ya que era un amigo de mis padres en Suiza. Me avisó que me iba a llamar ya que me quería para su próxima película. Cuando me contactó, comenzó a hablarme durante horas sobre mi interpretación en Cabaret, con un lujo de detalles inaudito: Estaba estupefacta y no pude colocar una sola palabra! Al final, me dijo que preparaba una película sobre el siglo XVIII, que quería que interpretara a una condesa inglesa y que me enviaría el libro de Thackeray para que le diga mi opinión. Lo conocí seis meses después. Cuando vine a vivir a Londres para la preparación de la película. Me quedé dos o tres meses para aprender a bailar el minué, a utilizar un abanico, a obtener el acento perfecto de una aristócrata inglesa, a cabalgar como una amazona. Enseguida hice muchas pruebas de vestuario, maquillaje, pelucas, etc. Y me hizo ir a Irlanda donde se desarrollaba la primera parte de la película. Estuve tres meses sin rodar nada, y, cuando le pregunté si podía regresar a Londres por Navidad, me dijo que me quedara in situs por que podría necesitarme al día siguiente! Quería a sus actores siempre presentes en caso cambiara de opinión ya que él no tenía su guión escrito en su totalidad, y cada día se hacían modificaciones. Y, bruscamente, todo el equipo abandonó Irlanda. No sé exactamente por qué, pero parece que recibió llamadas telefónicas anónimas y que él ya no quería quedarse en el país.

Marisa Berenson en Cabaret

Ciertos cineastas hacen ensayos en los decorados, otros hacen lecturas, otros dan finalmente notas sobre los personajes. ¿Cómo trabajaba él con los actores?
Stanley hablaba muy poco de los personajes y no dirigía mucho. No recuerdo que me hubiera explicado en detalle el rol de lady Lyndon. Íbamos a su casa antes y durante del rodaje, pero nos hablaba sobre todo de los cambios en el guión. Él le ha escogido con una idea en la cabeza, pero, cuando está en el plató, no dice mucho, pero continúa rodando hasta que obtiene lo que desea. En lo que me concierne, no tuve la experiencia de cien tomas, como podía suceder con otros. Eso no siempre estaba ligado a la actuación, pero también a los problemas técnicos, como la iluminación. Tuve una escena muy difícil, cuando hice una tentativa de suicidio tomando veneno. Ahí, hubo un cierto número de tomas por que era muy físico, con la cámara al hombro. Si no, para muchas escenas, estábamos muy temprano por la mañana, con nuestro maquillaje, pero solo para establecer la iluminación, ya que él no usaba dobles. Le gustaba ver a sus actores delante de él vestidos, como si fuera a rodar, para tener una idea de lo que quería.



El papel de la mirada es muy importante en sus películas, y a través de la mirada que UD. comunica en Barry Lyndon, ya que solo habla cinco o seis veces.
Yo soy una de estas actrices que aman la emoción y las miradas, y eso no me molestaba, al contrario, de transmitir con los ojos lo que sentía. En la escena de seducción por ejemplo, donde estoy en la mesa de juego, en donde salgo a la terraza y en donde Ryan me sigue, nunca hubo diálogo, y es igual de fuerte. Si tuvo que rehacer tomas, fue por la extrema complicación técnica alrededor de la mesa. El lente Zeiss era muy sensible – y había en la época dos o tres en el mundo, uno para Stanley, el otro en una nave espacial que daba vueltas alrededor de la tierra – y por ello, podíamos movernos a penas, sino estaríamos desenfocados. Además, no había ninguna iluminación artificial, sino cientos de velas que había que reemplazar seguidamente cuando se iban consumiendo.

Cuando UD. está a la cabecera de su hijo menor que va a morir, está despeinada, y vuestro rostro lívido de dolor. Sentimos que es un momento decisivo en su vida, que UD. envejeció de repente, ya que pasan dieciséis años entre su matrimonio y el final de la película.
Fue una escena también muy difícil, muy emocional. Ryan debía llorar y recuerdo que Stanley hizo muchas tomas de él, cincuenta creo, durante horas, para que al final Ryan esté verdaderamente destrozado.



Uno de los tema – muy kubrickianos – es la pasión que se lleva todo y que la esclaviza.
Si, eso la enceguecía y ella acepta casi todo. Hasta el final, cuando él ya no está, ella continúa pensando en él. Es así como yo la veía. Ella era víctima del amor que profesaba a este hombre que se aprovechaba de ella. Como muchas mujeres, ella se enamoró de aquel que puede hacerle mucho mal. Ella ha vivido en un mundo muy protegido, fue casada un hombre mucho mayor que ella, tuvo una existencia muy severa para su juventud, y cuando encuentra a este bribón que era todo lo contrario a su educación, ella se encapricha con él. Puedo comprender eso, ya que en mi vida me he casado con hombres que eran todo lo contrario de aquello que me habían enseñado a respetar. Es la atracción del contrario. Redmond Barry era joven y guapo, él la hacía vibrar, algo que ella no conocía antes, y que nunca mas conocerá. Sucede mucho que una mujer se vuelva así esclava. Era también un ser débil y vulnerable que no disponía de las armas para defenderse.

¿No era para prepararla a interpretar su papel que Kubrick la hizo ir a Irlanda y aislarla como UD. iba a serlo en la ficción?
Es posible, aunque yo hice la elección, para justamente ingresar en el personaje, de instalarme en un ala de un viejo castillo en el campo que me había recomendado Peter Sellers. Eso me convenía mas que vivir con todo el equipo en un hotel de Dublín. Podía montar a caballo por las mañanas, pasearme en el campo como lady Lyndon! Era un lugar bastante deprimente donde había poca calefacción y electricidad. Me sentí muy sola ya que no rodaba, y llovía todos los días y me sentía bastante melancólica. Al final, para cambiar mi ánimo, hice venir a unos amigos, hasta cociné algunas noches para el equipo. Es verdad que el aislamiento me preparó muy bien para mi rol!