Tomado del libro Le futur selon Kubrick, de Piers Bizoni, Cahiers du Cinéma, 2000. Edición original Autum Press LImited, 1984. Traducción del francés por Raúl Lino Villanueva.
En
marzo de 1964, Stanley Kubrick le escribe una carta a Arthur C. Clarke. Le
declara la intención de hacer “la película referencia de ciencia ficción”. Pero
en realidad el cineasta acariciaba este proyecto desde hacía mucho tiempo.
Alexander
Walker, crítico de cine del Evening Standar de Londres, recuerda el día que conoció a Kubrick, en 1957, en a
época de Paths of Glory. Al momento que el crítico de disponía a retirarse
del departamento del cineasta, en el Lower East Side, en New York, después de
una larga y amigable entrevista, llegó alguien a entregar un lote de películas
que Kubrick debía visionar. Eran películas japonesas de ciencia ficción.
Kubrick quería familiarizarse con sus efectos especiales.
-“¿Va
UD. a hacer una película del espacio?”, le pregunta Walker.
Kubrick
le lanza una mirada negra y sospechosa.
-“Le
pido por favor ¡Tenga mucho cuidado con lo que va a escribir!”
Walker
guardará el secreto sobre este incidente durante cerca de diez años, hasta el
día que era evidente para todo el mundo que Kubrick estaba rodando 2001: A
Space Odyssey.
Roger Caras, quien trabaja en el servicio de publicidad de la Columbia (productora de la última película de Kubrick Dr. Strangelove) almuerza con Kubrick en febrero de 1964. Este, que normalmente es muy discreto, le cuenta que su próximo proyecto tendrá que ver con los viajes espaciales. “He leído todo lo escrito sobre este tema”, le dice. Pero Caras le aconseja de no perder el tiempo y buscar al mejor escritor de ciencia ficción en actividad: Arthur C. Clarke.
Alexander Walker
Roger Caras, quien trabaja en el servicio de publicidad de la Columbia (productora de la última película de Kubrick Dr. Strangelove) almuerza con Kubrick en febrero de 1964. Este, que normalmente es muy discreto, le cuenta que su próximo proyecto tendrá que ver con los viajes espaciales. “He leído todo lo escrito sobre este tema”, le dice. Pero Caras le aconseja de no perder el tiempo y buscar al mejor escritor de ciencia ficción en actividad: Arthur C. Clarke.
-“Me han dicho que vive recluido, dice
Kubrick. Una especie de loco que vive en
un árbol, en India o no sé dónde”
-Bromea?, replica Caras.
Kubrick,
entusiasta, le pide contactarlo con el escritor.
Los
dos hombres se conocen el 22 de abril de 1964 en el restaurante Trader Vic.,
del Plaza Hotel en New York.
Arthur C. Clarke
Lo
que inmediatamente observa Clarke en su interlocutor es su aguda inteligencia.
Puede absorber instantáneamente nuevas ideas y no olvidarlas. Hace preguntas y
graba las respuestas con la misma facilidad de una computadora.
El
primer encuentro de estos dos “maratonistas
del córtex” (dixit Life) se
desarrolla de lo mejor. Durante ocho horas, revisan sus ideas, la conversación
pasaba a su turno de la conquista espacial a la política, de platillos
voladores al senador Goldwater.
Durante
el siguiente mes, Clarke y Kubrick se ven casi diariamente, durante casi cinco
horas consecutivas. Se ven en el desayuno, en el almuerzo, en la cena. Desarman
conscientemente las últimas teorías de la ciencia, de la investigación espacial
y de la alta tecnología, durante sus idas al cine, a galerías de arte,
restaurantes y bares, o en el departamento de Kubrick.
Miran
las películas de sus competidores: la muy impresionante Destination Moon, de George Pal, escrita por Robert Heinlein, otro
peso pesado de la ciencia ficción; War of
the Worlds, de Bryon Haskin, con efectos my interesantes; Forbidden Planet, de Fred McLeod Wilcox,
la primera space ópera a colores de gran presupuesto; o The Day the Earth Stood Still, de Robert Wise, un cuento dramático
y moralizador sobre el descubrimiento del belicismo de los terrícolas por
“seres” de otro planeta.
Pero
Kubrick es muy crítico con éstas películas. Desaprueba la ausencia flagrante de
realismo, su impotencia para reflexionar a lo que podría verdaderamente ser un viaje en el espacio. Y si igualmente la
aproximación casi documental de Destination
Moon es satisfactoria para la época, Kubrick tiene la sensación que ninguna
de éstas películas trata sobre la importancia filosófica que conlleva el viaje
al espacio o su impacto sobre la sociedad.
También
vio la super producción de Alexander Konda Things To Come (1936), de William
Cameron. La ve hasta el final. La detesta: “Que intenta hacerme? le pregunta a
Clarke. Es la última vez que niro una película que me recomienda” (Por extraños
caprichos del destino, Kubrick grabaría 2001
en ciertos estudios que acogieron, precisamente, el rodaje de Konda).
Kubrick
juzga que su nuevo colaborador es un poco esclavo de la ciencia ficción
romanesca y que le faltaba sentido crítico sobre el género cinematográfico.
Clarke cree que “Kubrick no está lejos de creer en los ovnis” y se esfuerza
para desengañar al cineasta sobre ciertas ideas irracionales.
continuará.....
continuará.....