ENTREVISTA A SU ESPOSA, A PROPÓSITO DEL LIBRO
QUE PUBLICAN CON IMÁGENES INÉDITAS DEL GRAN DIRECTOR .
‘POSEÍA EL LÁSER DE LA CÓLERA’, DICE
CHRISTIANE KUBRICK SOBRE SU MARIDO, STANLEY, Y HABLA AQUÍ DE LA INJUSTA FAMA DE
EXCÉNTRICO QUE ACOMPAÑÓ SIEMPRE A UNO DE LOS MEJORES DIRECTORES DE LA HISTORIA
DEL CINE. UN LIBRO RESCATA IMÁGENES INÉDITAS DE SU INMENSO ARCHIVO PERSONAL.
Nadie conoció mejor al director Stanley
Kubrick que su esposa, Christiane. Se conocieron en 1967, en el rodaje de Senderos de Gloria. No se separaron
hasta la muerte de Kubrick en 1999. Ella recuerda así la vida junto a uno de
los maestros de la historia del cine.
- Señora Kubrick, su
marido no solo era valorado en calidad de genio, sino también por su fama
legendaria de tipo raro, casi equiparable a la de Howard Hughes. La prensa
británica lo describió como un auténtico ‘freak’, que se liaba a tiros con la
gente que hacía excursiones cerca de su casa y que paseaba en automóvil con un
casco de rugby como si tal cosa. ¿Era realmente tan extraño?
No, no son más que disparates. Así es como algunos
periodistas se vengaban porque no les concedía entrevistas. No quería hacerlas
porque no se fiaba de ellos. Tenía miedo de quedar como un completo idiota.
Perseveró en el aislamiento y al final le salió el tiro por la culata.
- ¿Era capaz de reírse
de la fama que tenía?
Cuando estaba de buen humor se reía de las invenciones de la
prensa. Pero en los días malos todo eso le irritaba sobremanera. Sobre todo le
acabó dando muchos quebraderos de cabeza aquel sosie (suplantador) que a
principios de los años noventa se hacía pasar por Stanley Kubrick y seducía a
muchachos. Aquel tipo se salía con la suya sólo porque nadie sabía qué aspecto
tenía Stanley. Al final de su vida mi marido quiso rectificar la imagen que la
gente tenía de él y acabar con todas esas tonterías que circulaban por ahí. Le
pidió a su amigo, el escritor Michael Herr, que escribiera un libro sobre él
[se publicó en 2000]. Desgraciadamente, Stanley no vivió lo suficiente para ver cumplidos
sus deseos.
Pero ahora es posible
hacerse una idea más precisa de cómo era Kubrick gracias a una exposición que
se inauguró hace unas semanas en Berlín y a la edición de un volumen de lujo,
de la editorial Taschen, dedicado a
su persona. Michael Herr escribió, entre otras cosas, que la formación escolar
de su marido fue más bien modesta.
Fue penosa. No soportaba la escuela. Creo que se debía a que
no se sentía nada a gusto siendo un niño. Le parecía algo molesto e indigno.
Ése es el motivo por el que se marchó muy pronto de casa, se casó a los 19 años
y comenzó a representar el papel de adulto. Cuando le conocí tenía 28 años y
todavía odiaba ser el benjamín dondequiera que estuviese, como, por ejemplo, en
el set de Espartaco. Empleaba la ropa
para desmarcarse de la gente de su edad; siempre llevaba camisa blanca, corbata
y chaqueta. Peter Ustinov comentó muy certeramente en una ocasión:
"Stanley es un hombre que jamás ha sido joven y que jamás parecerá
viejo".
- Dicen que su marido
rara vez se compraba ropa nueva, y, en caso de hacerlo, eran siempre prendas
muy baratas, como ocurrió con ocasión de la boda de su hija mayor, a la que
acudió con un traje de 85 libras de la cadena Marks & Spencer, que combinó con unos zapatos de pésima calidad.
No se daba cuenta del aspecto que tenía, de que llevaba la ropa sucia y
arrugada. Pero mi hija se echó a llorar cuando le dijo que pensaba ir a la boda
con sus trapos de siempre. Por eso se compró el traje. Bueno, es un decir, en
realidad mandó a Emilio, el chófer, a Marks
& Spencer. Stanley se sentía ridículo enfundado en su nueva adquisición
y exclamó: "¡No quiero oír el menor
comentario!". A mí el traje me parecía muy bonito. Sólo que él era
incapaz de moverse como es debido vestido así.
- A lo largo de su
quehacer cinematográfico su marido hizo gala de una verdadera fiebre
coleccionista, llegando a crear archivos inmensos. Unas veces se rumoreaba que
eran 10 y otras veces 100 las habitaciones de Childwickbury Manor, su finca
próxima a Londres, destinadas a almacenar textos y ficheros. ¿Qué hay de cierto
en todo ello?
No se lo puedo decir. Cuando nos mudamos aquí nos
olvidamos de contar las habitaciones, despensas y cobertizos. El problema de
Stanley era que lo guardaba todo. Se pasó la vida haciendo propósito de acabar
con aquel caos. Llenó establos y sótanos enteros con sus cosas. Guardaba el
correo en sacos con intención de leerlo más adelante. Pero lo que hacía más
adelante era colocar otras cosas sobre esos sacos, con lo que terminaban
convirtiéndose en muebles. En una palabra: en nuestro caso, el problema no era
la aguja, sino los muchos pajares.
- Pero llegó a idear
sistemas realmente ingeniosos para ordenar sus cosas. ¿No sirvieron de nada?
Digámoslo así: el orden era su gran anhelo, igual que a
muchas personas les hubiera gustado tener alas. Para las cuestiones financieras
y artísticas era muy claro y esmerado. Pero cuando se trataba de saber dónde
demonios estaba su otro zapato: ¡era absolutamente incapaz!
- ¿Cómo se explica usted esa fiebre coleccionista y la
minuciosidad con que se enfrascaba en cada tema cinematográfico?
Su pasión era sacar el máximo de cada tema.
Su lema era: "Si no estás enamorado
del asunto, déjalo. Ya hay demasiadas películas mediocres". No sabía
lo que era aburrirse. Por eso se encolerizaba en cuanto notaba que alguien no
se concentraba al cien por cien en lo que estaba haciendo, y, por ejemplo, se
ponía a mirar por la ventana. "Either
you care or you don't " [o te importa o no], les decía.
- Y levantaba la voz?
No, pero tenía una mirada terrible. Era cuestión de segundos: se
limitaba a alzar brevemente la vista. Poseía el láser de la cólera. A muchos
les daba miedo. Pero, y eso es lo que me gustaba de él, esa desaprobación
duraba sólo unos instantes.
- ¿Por qué su marido
llegó a entusiasmarse con la figura de Napoleón hasta el extremo de encargar
18.000 ilustraciones y organizar ficheros con objeto de recopilar información
sobre todos y cada uno de los días de la vida del emperador francés como material
para una película que nunca se rodó?
Le fascinaban las hábiles dotes organizativas de
Napoleón, sus inteligentes preparativos, la elección de los generales y
oficiales, las jugadas de ajedrez del emperador. Para él, la vida de aquel
hombre reflejaba a la perfección las cuestiones fundamentales de nuestra
existencia. El hecho de que incluso una persona que había llegado a alcanzar
éxitos tan inconcebibles y que tenía un talento tan inmenso se fuera a pique
arrastrada por su propia vanidad: Napoleón fracasó porque en un par de
ocasiones sus emociones fueron más fuertes que su razón. Quizá ése sea el
denominador común de todas las películas de Kubrick: hablan de que, como seres
humanos que somos, estamos determinados por nuestros sentimientos, y no por
nuestra formación, nuestro talento o inteligencia. Cuando nos enfrentamos a
cosas realmente importantes, la emoción nos arrastra y entonces todo se va al
garete.
- ¿Qué era lo que le
ponía furioso?
Sentía una gran aversión a la vanidad. Le sacaba de quicio
escuchar frases pomposas y estúpidas.
- Sin embargo, se
dedicaba al negocio más vano del mundo. ¿No le parece paradójico?
En realidad siempre se mantuvo todo lo alejado que pudo de
este negocio y de acostumbrarse a la vida social. Sus padres nunca invitaban a
nadie ni daban fiestas. Así que, más adelante, cuando se veía obligado a acudir
a una celebración se convertía en un niño que no quiere ir a una fiesta de
cumpleaños de otro niño porque le da miedo. Mientras se dejaba meter en el
coche exclamaba: "¿Por qué lo hago?
¡Si en realidad lo odio!". Una vez allí, casi siempre acababa
refugiándose en la cocina. Pero no le servía de nada: a menudo la mayoría de
los invitados acababan también en la cocina. Y para su sorpresa, normalmente se
lo pasaba muy bien.
- En una foto famosa
tomada durante el rodaje de Barry Lyndon
se ve a su marido furioso, sentado junto a Ryan O'Neal, que, tras una noche
bastante movidita, está inhalando oxígeno con una mascarilla. ¿Detestaba los
excesos de los actores?
Le parecía algo espantoso. Por eso tiene esa cara en la
foto. O'Neal no se sentía bien, tenía una resaca terrible, y eso con un equipo
de 40 o 50 personas. El propio Stanley no bebía alcohol y no le gustaba que los
actores llegaran al plató sin haber preparado nada y con el texto sin aprender,
pero en el fondo los admiraba mucho y se tomaba más tiempo para trabajar con
ellos que cualquier otro director. Disfrutó trabajando con gente profesional
como Nicole Kidman, Jack Nicholson o Tom Cruise. Y ellos tampoco se han quejado
nunca del trato que él les dispensó.
Quizá cuando más lejos
llegó la cosa fue con Kirk Douglas durante el rodaje de Espartaco. Douglas dijo que su marido era "un trozo de mierda con mucho talento".
En realidad, el asunto no fue tan grave.
Eran explosiones temperamentales. En cierto modo, los dos
eran parecidos, por eso se estuvieron peleando sin cesar por cualquier cosa y
el enfrentamiento subió rápidamente de tono. Intenso, pero breve. Lo que ocurre
es que después se hizo un mundo de todo aquello.
- ¿Llegaron a
reconciliarse?
No hubo oportunidad. Nunca volvieron a verse. Pero después de
la muerte de Stanley me encontré a Kirk Douglas en un hotel berlinés y
mantuvimos una conversación muy agradable sobre los viejos tiempos, sobre su
trabajo en Senderos de gloria, cuando
los dos estábamos de rodaje en Munich y yo conocí a Stanley.
En una bella
fotografía de la época del rodaje de Lolita,
su marido parece comerse con los ojos a Sue Lyon, la intérprete del personaje
protagonista. ¿Llegó usted a sentir celos en alguna ocasión? Nunca me dio
motivos para ello. Me habría entristecido mucho si hubiese ocurrido lo
contrario. Por lo demás, fui yo quien hizo esa foto de Lolita y quien les pidió que posaran así.
- Su
marido se planteó muy pronto rodar la versión cinematográfica de Traumnovelle, de Schnitzler, sobre las
fantasías sexuales de un matrimonio. ¿Por qué le desaconsejó por aquel entonces
que acometiera este tema que quedó postergado hasta la realización de la que
sería su última película, Eyes wide shut ?
Fue debido a mi propia inmadurez. El tema me
parecía inapropiado. Mi madre era una alemana de Hamburgo y me había enseñado a
no hablar de esas cosas. Y mucho menos en detalle. Así que cuando llegué a
Estados Unidos hacia finales de los cincuenta, me quedé escandalizada al ver la
desenvoltura con la que la gente hablaba de sus conversaciones con el
psiquiatra. Eso era algo absolutamente inconcebible en la Alemania de aquel
entonces. Me resultaba terriblemente embarazoso.
- Las películas de su
marido son famosas por la imagen pesimista que ofrece del género humano. Él
mismo dijo una vez que probablemente la persona más capacitada para percibir el
verdadero estado en que se encuentra sumido el mundo sea un esquizofrénico
paranoide. ¿Alguna vez sus películas le han hecho sentir miedo?
Vivíamos formas de espiritualidad muy diferentes. Aunque
él no era religioso y 2001 supone en
realidad un grito agnóstico ante un dios enojado que ha dejado al ser humano
abandonado a su suerte, lo cierto es que se notaba que había recibido una
educación judía: por ejemplo, siempre miraba con reproche al cielo cuando se
enojaba por algo. Y además era supersticioso: no quería a nadie vestido de
negro a su alrededor y nadie podía abrir un paraguas dentro de su habitación.
Pero, a pesar de su rechazo a toda forma de religión, en una ocasión encendió
una vela en Notre Dame por su equipo de béisbol, los Cincinnati Reds. Sonrió
irónicamente y dijo: "¡Nunca se
sabe!".
- ¿Es cierto que su
marido sentía antipatía por los médicos y creía incluso que no había nadie más
capacitado que él para curar sus dolencias cardiacas?
Era un típico hijo de médico. Creía que sabía mucho, pero
también era muy miedoso y tenía terror a los especialistas.
Mantenía conversaciones telefónicas sobre aspectos técnicos
médicos, sobre todo con su amigo John Calley, el antiguo jefe de Sony Pictures
Entertainment. A menudo terminaban con un intercambio recíproco de pastillas:
¡era espantoso! Pero no se limitaba a desconfiar de su médico, sino de todos
los médicos, también de los de sus hijos. En realidad tenía unos conocimientos
superficiales en la materia, que podían llegar a ser realmente mortíferos.
- ¿Cuáles eran las
diversiones de Kubrick en su vida privada?
Le gustaba estar con su familia. Con nuestros animales. Y ver
retransmisiones deportivas en televisión. Pedía que le enviaran los partidos de
la liga de rugby desde Estados Unidos, y durante los torneos de Wimbledon en
casa no se hacía otra cosa que seguir la competición. En una ocasión, tras
contemplar un partido de Boris Becker contra John McEnroe, comentó: "Ninguna película logrará jamás ponerme
en semejante estado de excitación".
- ¿Le interesaban los
acontecimientos de la política internacional, de los que se burló a mediados de
los sesenta con la película El doctor
Strangelove o cómo aprendí a dejar de preocuparme y a amar la bomba?
Sí, echo mucho de menos sus constantes comentarios
mientras veíamos los informativos de la noche. Había acontecimientos que le
parecían horribles, como la primera guerra del Golfo, pero al tiempo se sentía
fascinado. Se sentaba entusiasmado delante del televisor provisto de un mapa y
a la vez se sentía avergonzado de lo que estaba haciendo. Ese hombre que sacaba
de la bañera a un escarabajo a punto de ahogarse y que daba de comer a sus
gatitos con la cuchara, se frotaba las manos antes de que comenzara la batalla
y exclamaba: "¡Qué fantástica sesión
de tele!".
- ¿Qué opinión cree
que le merecería la actual política norteamericana?
La estupidez y la crueldad con que se ha recurrido a la
invención de la existencia de armas de destrucción masiva para invadir Irak le
habría hecho subirse por las paredes y además habría confirmado una de sus
sentencias favoritas sobre su trabajo: el
cine sólo puede subestimar la realidad, exagerarla es imposible. En una
ocasión definió la testarudez del puritanismo estadounidense en los siguientes
términos: es "el temor corrosivo a
que alguien en algún sitio pueda estar siendo feliz".
- ¿Cómo reaccionó él
cuando se enteró de que usted es sobrina del realizador de películas de
propaganda nazi Veit Harlan?
Sentía curiosidad. Desde el principio hablamos mucho sobre la
época nazi. No hay que olvidar que mi familia era un fiel reflejo a pequeña
escala del entramado que en aquel entonces componía la sociedad alemana: la
hermanastra de mi madre era judía, mi tío era el director de El judío Süss.
Hablábamos de cómo se había podido llegar a semejante catástrofe. Realmente es
el máximo sufrimiento que el ser humano ha infligido nunca a sus congéneres, y,
naturalmente, el hecho de que precisamente mi tío hubiera colaborado como bufón
en todo eso era espantoso. De niña, Veit Harlan me caía bien, era un tío
estupendo. En mis tiempos de estudiante vi todos los documentos fílmicos sobre
campos de concentración que existían, entonces se podían ver en el cine, era
una auténtica prueba de valor. Después uno se pasaba una semana sin dormir de
puro espanto.
Veit Harlan
- ¿Por qué su marido
nunca hizo realidad sus proyectos de rodar una película sobre la época del
nazismo?
Por un lado, quería hacer una sobre la vida cotidiana dentro
del mundo del espectáculo tomando como referencia una familia como la mía.
Mantuvo largas conversaciones con Kristina Soderbaum, la mujer de mi tío, pero
al final sacó poco en claro. Tampoco se le ocurría una historia de ficción. Más
tarde quiso llevar al cine la novela de Louis Begley, Mentiras en tiempos de guerra, pero se cruzó en su camino La lista de Schindler, de Steven
Spielberg.
- Dicen que su marido
comentó que La lista de Schindler le parecía una película demasiado
optimista.
La película le impresionó mucho. Pero a él personalmente
no le interesaba hablar de los pocos judíos que lograron salvarse, sino de los
muchos que fueron asesinados bestialmente. De aquellos que fueron eliminados sistemáticamente
o torturados literalmente con las propias manos hasta la muerte. A uno le
entran temblores cuando lee estos relatos. Stanley quería hacer una película
que mostrara la verdad. Pero es probable que la verdad no se pueda mostrar
nunca. Porque no se puede pedir a los actores que se sumerjan en una realidad
semejante, ni tampoco a los espectadores.
- Su marido murió hace
ya casi seis años. ¿Con qué frecuencia visita su tumba?
No a diario, pero sí a menudo. Está enterrado aquí, en
nuestra propiedad, en un lugar que le gustaba mucho y en el que se sentaba a
menudo. No pertenecía a ninguna iglesia ni a ningún templo, y le horrorizaban
los cementerios. La tumba está decorada con una gran piedra.
Tumba de Stanley Kubrick en su casa
- ¿No está prohibido
en Gran Bretaña enterrar a una persona en el jardín de casa?
En principio, sí. Por eso nos sentimos muy afortunados por
haber obtenido el permiso de las autoridades. La última persona para la que
hicieron una excepción semejante en la zona fue George Bernard Shaw.
- Su marido amuebló
las dependencias de su finca con piezas de atrezo de sus propias películas. ¿Ha
tirado algunas de estas piezas después de su muerte?
He reorganizado mi dormitorio y me he comprado una cama
nueva. Pero todavía conservamos el resto. Por ejemplo, en la cocina está la
gran mesa de madera de El resplandor sobre
la que Jack Nicholson escribía a máquina una y otra vez: "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy".
- ¿Y emplea el hacha
asesina de esa película de terror como utensilio de cocina?
No, está colgada en la pared de uno de nuestros antiguos
establos, junto a las hachas para los bomberos. Es una pequeña broma.
- Es evidente que está
usted muy interesada en que se tenga una imagen de su marido más acorde con la
realidad. Pero, ¿No es cierto que el ejemplo de Howard Hughes, el otro artista
misterioso del siglo XX, demuestra que hasta hoy las leyendas de personajes
grandiosos y misteriosos han sido siempre las que han fascinado al público?
Sólo lucho contra las historias falsas que tratan de mostrar a mi
marido como un monstruo. Y le diré que él, el gran hombre misterioso, no era
capaz de guardar ni un solo secreto. Ni durante un segundo. Lo contaba todo y
al final siempre suplicaba: "Pero,
por favor, ¡no se lo digas a nadie!". .
Fuente: revista "El País Semanal"
Más información: www.elpais.es
7 comentarios:
excelente... y una entrevista nueva porque nunca la leí y siempre ando buscando cosas de Kubrick...
me lo imagino hinchando por Mc Enroe ja... salu2...
Hey Sr. Jenifer Lopez, que tal. Si, yo también pienso que le iría A Mc Enroe. Saludos desde Lima, Perú.
Maravillosa!! esta entrevista no la conocía. Gracias, Raúl!!
A ti Aragüés!!! Gracias por la visita.
Saludos desde Huaráz, Perú-
Raúl! Te dejo este link. No es una entrevista tal cual, pero quizá te pueda interesar, al menos como curiosidad!!
http://t.co/HGwVkBph
Un abrazo!!
Espero que sigas publicando. Kubrick siempre me ha fascinado, especialmente como modelo de diretor cinematográfico.
Muy interesante la entrevista; siempre me ha gustado conocer más allá de lo normal de los directores de cine tan brillantes como él, vi en las películas online El Resplandor y me parece de las mejores películas de terror, de las más confusas y perturbadoras que haya visto, sin dudas él era un personaje muy interesante.
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