Entre los documentos de Kubrick se encontró la transcripción de una conversación entre Stanley Kubrick y Joseph Heller, autor de Catch-22 (1961). Se desconocen las circunstancias, el lugar y la fecha exacta de la conversación. A continuación figuran algunos fragmentos.
Tomado del Stanley Kubrick Archives, Taschen, 2004. Traducción por Raúl Lino Villanueva.
KUBRICK:
Si se tuviera que encuadrar en una categoría, creo que Dr.Strange Love se ajusta más a la sátira y, en mi opinión, una
definición de sátira es repetir de manera insistente lo que yo llamaría lo
contrario de la verdad.
HELLER:
No está haciéndole justicia a Dr.Strange Love…si
se limita a encuadrarla dentro de la sátira. Creo que emplea la sátira del
mismo modo que Catch-22 utiliza la
sátira, la farsa, la burla, los juegos de palabras y muchas otras técnicas
cómicas que, por lo general, deploro.
KUBRICK:
Una sátira, ¿qué es? ¿La conciencia que todos tenemos hoy en día de las
fantásticas paradojas de la vida? Hay quien dice que si no nos portamos mejor
vamos a hacer que el mundo entero salte por los aires y muramos todos. Por otro
lado, se dice que para el año 2000, si no se frena la tasa de natalidad, no
habrá sito para todos en la Tierra. Dada esta sensación de paradoja, al público
le gusta mucho ver en pantalla una situación aparentemente seria o importante
en la que se inmiscuye la realidad. Uno de los momentos más divertidos de Dr.Strange Love tiene lugar en la
atmósfera santificada y sagrada del Pentágono, cuando la situación llega a ser
crítica: ¿explotará el mundo o no? Y en ese momento permites que se inmiscuya
la realidad que experimentas en el día a día.
HELLER:
Sí, por supuesto.
KUBRICK:
Ahí está la gracia, en esta especie de banalidad, realidad y absurdo que se
entromete en algo que pensamos que es inmune. Desde este punto de vista la
gente obtiene una sensación de verdad mucho mayor que del llamado realismo. Porque
la historia llamada realista, si se piensa bien, si se examina cada momento y
cada escena, tiene que recurrir a
invenciones increíbles y omisiones de la verdad a fin de evitar que
resulte divertida.
HELLER:
Más que interpretar su película como una sátira, yo la describiría como una
comedia. Lo enfocaría desde este punto de vista porque el espíritu es más
cómico que melodramático. Se diría que es una comedia en la línea de las obras
de Aristófanes. Muchas de sus comedias estaban basadas en la comedia de Creón,
el dictador y demagogo. Su humor resulta de situaciones que no son cómicas.
Otro ejemplo es Jonathan Swift…En mi opinión resulta más fácil crear humor a
partir de una situación siniestra que hacer comedia pura. Catch-22 y Teléfono rojo…solo pueden relacionarse en un sentido muy
general. Adoptamos esa postura universal hacia la guerra y quienes la causan,
tenemos la idea de que son amenazadores, peligrosos y a menudo ridículos.
KUBRICK:
Nunca consideré Catch-22 como un
libro particularmente antibélico. Siempre creí que usted había utilizado la
guerra únicamente como una forma de esclarecer la realidad. Von Clausewitz dijo
que la guerra era una continuación de la diplomacia. También es una
continuación de la vida. Es una forma muy adecuada de condensar la personalidad
humana y producir crisis. Creo que sería difícil encontrar a alguien que diga
que está a favor de la guerra, como tampoco creo que nadie piense que sería
bueno destruir el mundo. Me desconcierta oír hablar de películas antibélicas,
libros antibélicos. ¿Qué quieren decir con antibélicos? No es necesario
demostrarle a la gente continuamente que la guerra es un infierno. Por otra
parte, mucha gente no cree que la guerra sea un infierno. A muchos les gusta.
Es emocionante.
HELLER:
Para mí lo era. Y también para la mayoría de personas que conozco. Por ejemplo,
para alguien que no haya sido herido, que no le hayan matado a un hermano o un
padre, que no se haya congelado, que no se haya quemado, que no haya contraído
alguna enfermedad, sobre todo si no estaba casado, si tenía entre 19 y 22
años…Los sentimientos mostrados en Catch-22
no reflejan lo que sentía cuando era bombardero, porque la mayor parte del
tiempo me lo pasaba muy bien. Desde el momento en que me alisté en el ejército
ganaba 75 dólares a la semana, y disfrutaba de más libertad y más dinero del
que nunca tuve como civil. Más mujeres, más bebida. Viajo al extranjero, vuelo
y la artillería estalla a mi alrededor. Solía ir a las misiones y si algún día
no pasaba nada me sentía decepcionado. Cuanto más peligro, más me gustaba. Era
un chico idiota de 19 años y, sin embargo, acabé asustándome como un ratón.
Participé en 60 misiones y creo que comencé a tener miedo en la número 40. La
sensación de horror fue una experiencia de postguerra. Comencé a escribir el
libro en el período McCarthy que engendró e
inspiró la historia. Utilicé el tema de la guerra por dos motivos. En
primer lugar, porque es una experiencia traumática. En segundo lugar, porque
una guerra es la consecuencia máxima de la estupidez, la ambición, la codicia o
la negligencia de alguien. La consecuencia máxima es la muerte, que se
materializa a gran escala. En Teléfono
rojo…donde se trata el tema de la bomba de hidrógeno, la consecuencia es
horrorosa, es una consecuencia elevada a la máxima potencia.
Joseph Heller...como bombardero.
KUBRICK:
La incongruencia, desde luego, resulta risible. La incongruencia de sentarse en
una sala y estar hablando con alguien que ha colgado un gran cartel en la pared
en el que pone “trágicos pero distinguibles ambientes de postguerra”, y precisa
“de uno a diez millones de muertos”. La incongruencia de la situación me hace
reír.
¡Resulta tan absurdo! Es aterrador, es
peligroso, pero también resulta tan absurdo…Cuando se comienza a hablar de la
bomba, diez millones de muertos, veinte millones de muertos en el primer
ataque…y el eufemismo de un “ataque preventivo”, que es un primer ataque que en
realidad no es un primer ataque, porque sabes que primero te darán a
ti…rápidamente, en cuanto te acostumbras a tu interlocutor, una especie de
frivolidad domina la conversación. Todos ríen y comienzan a hacer bromas. Se
está hablando de algo tan absurdo, tan irreal, que es casi imposible tomarlo en
serio.
HELLER: Se
podría decir lo mismo de la política, el racismo o los hermanos Marx:
descubriríamos que la gente es incapaz de hablar de cualquier tema sin
frivolidad. Creo que casi todo puede derivar en comedia. No niego que haya un
elemento de terror que provoque risa. Simplemente no acepto el argumento de que
haya siempre un elemento de terror en cualquier discusión sobre la bomba de
hidrógeno.
No creo que su película sea graciosa porque
trate el tema de la bomba de hidrógeno. No creo que mi libro resulte gracioso
porque aborde el tema de la muerte. Es posible hacer un libro o una película sobre
el mismo tema que carezcan de humor. Creo que Edith Hamilton escribió: “La
diferencia entre comedia y tragedia no radica en el contenido sino en el
espíritu”.
Alguien de su oficina me
envió el libro Red Alert, en el que
basó su película…
KUBRICK:
Se lo envié yo.
HELLER:
Leí el libro y me pregunté por qué querría hacer usted una película a partir de
él. Y pensé: “a este hombre la falta un tornillo”. Luego se me ocurrió que
simplemente tenía ganas de hacer una historia bélica. Pero decidió convertirla
en comedia, dotar a la historia de un espíritu cómico. La incongruencia, la
histeria, todo contribuye a la risa. Así ocurre en Teléfono rojo… y creo que también es así en Catch-22.
KUBRICK:
Parte del aspecto grotesco del problema es que se puede entender la vida de
tres formas básicas: a través del poder, a través del amor o a través de la
renuncia. Intentar salir de la tristeza a través del amor es muy, muy difícil
porque el amor es muy, muy difícil de encontrar y de dar. Renunciar es cada vez
más difícil en el mundo modero debido al ritmo, al flujo de la comunicación, a
la movilidad social.
Por tanto, la mayoría de personas se adapta a
la vida a través del poder. El poder está adquiriendo proporciones grotescas.
Se comienza con la aceptación de la primera guerra mundial, de los diez
millones de muertos y cien millones de heridos que ocasionó, más tarde el
genocidio nazi y hoy en día las abstracciones nucleares que se cifran en
millones y millones de muertos, en las que algo como veinte millones de
víctimas es algo aceptable, y se calcula el tiempo que tardará el producto
nacional bruto en recuperarse. Debido a la dimensión de una bomba H y dada la
forma en que se organiza la sociedad, el increíble grado al que puede aplicarse
el poder, se crea lo grotesco.
En la guerra encontramos de una forma muy
espectacular una síntesis de todos los principios implicados en el poder, y el
militar es una especie de extensión clarificada de poder. En Teléfono rojo… este es uno de los
aspectos que hacen tan divertido al general de las Fuerzas Aéreas, en el papel
que interpreta George C. Scott.
HELLER:
Para mí George Scott aporta una fuerza cómica excepcional, no tanto por las
frases que dice, que son buenas, sino por la manera en que se coloca y se
expresa.
KUBRICK:
Es tan desconfiado…La terrible desconfianza que siente hacia todo lo que sucede
es completamente lógica desde su punto de vista. Sospecha que todo es una
trampa.
HELLER:
Sí,
pero al menos en dos ocasiones sus sospechas son justificadas. Descubre al ruso
utilizando una cámara. Así que no está totalmente equivocado al sospechar…
KUBRICK: Todo
el mundo puede tener sus razones para sospechar…
HELLER:
Es un general militante, posiblemente un muy buen general, porque su opinión es
muy lógica: estamos atados, o nos adelantamos o los rusos nos harán estallar.
Reacciona con horror ante la solución del presidente de destruir su propio avión.
Esa es la forma en que una persona normal y sensible reaccionaría, no un monstruo.
Al mismo tiempo, es en cierto modo obtuso, algo payaso, algo lascivo, defiende
sus propios intereses. Es humano. Lo que produce esta especie de risa nerviosa
es que al distorsionar la realidad, que es lo que intenté hacer en Catch-22, en realidad no está
deformándola, sino que distorsiona sus apariencias para mostrarla más claramente.
Creas la conciencia de que hay hombres como este, personas con actitudes como
esta, y el peligro que estas personas representan es tremendamente serio y muy
inmediato.
KUBRICK:
Veo una relación en el estilo de Catch-22
y Teléfono rojo…en el sentido de que
ambas enfocan la realidad con una cierta distorsión, una distorsión muy
parecida. Incluso cuando dos personas viven una misma experiencia, obtienen
distintas impresiones de esta. El naturalismo o cualquier otra forma es una
convención que imponemos sobre la realidad. Se toma la realidad y se tergiversa
de una forma o de esta otra. Hay que hacerlo bien, sobre todo hoy en día,
cuando nos enfrentamos a estas fantásticas paradojas.
“Del cinismo, la pérdida de valores
espirituales, dos guerras mundiales, la desilusión comunista, el psicoanálisis,
han obligado al escritor del siglo XX a mantener a su protagonista al margen,
indiferente, agobiado con los problemas relativo a la vida […]. Si al mundo
moderno pudiera resumirse en una sola palabra, esta sería absurdo. La única respuesta realmente creativa a
todo esto es la versión cómica de la vida.”
S.K./Nota manuscrita hacia el año 1962.
Evité
deliberadamente la irresistible tentación, tan frecuente en la sátira, de jugar
limpio con el público y decirle lo que realmente pensaba. Siempre temes que si
dices lo contrario a la realidad, puede que no te entiendan.
Si realmente quieres comunicar algo, aunque
solo se trate de una emoción o una actitud, y con más razón una idea, el modo
menos eficaz y menos divertido de hacerlo es directamente. No se avanza ni un
milímetro. Pero sí puedes llevar a la gente hasta el punto en que tiene que
pararse a pensar qué es lo que tienes que decir, y luego lo descubre por sí mismo…La
ilusión del descubrimiento hace que el mensaje vaya directo al corazón.
HELLER:
Esa es la diferencia entre una lección académica y una experiencia estética.
Usted y yo estamos de acuerdo en que el tipo de comedia que trata una realidad
desalentadora es la mejor, porque transmite más significado, suponiendo que triunfa
como comedia. Creo que esto se ha conseguido en Teléfono rojo…: no resulta pretenciosa y consigue hacer reír. Pero
también creo que consigue ser realista: los escenarios son reales, los
personajes son reales…
KUBRICK:
Hay una excepción: la interpretación de Peter Sellers del profesor Strangelove, el científico alemán. Tiene
a capacidad de entrar en una zona que es como un sueño. Puede penetrar en el
surrealismo sin perder el contacto con la realidad. Puede hacer cosas que no
son reales; por ejemplo, resulta casi increíble que alguien se comporte como Strangelove en la última escena, con la
mano. Supongo que ni siquiera una personalidad psicótica se comportaría así.
Pero es algo que se podría hacer en un sueño.
Traspasar la frontera entre sueño y realidad
es algo que Pinter hace constantemente. Los personajes en las obras de Pinter
son como los personajes de una pesadilla. Padecen extrañas ansiedades por cosas
ordinarias. Si alguien dice que subió las escaleras y luego se contradice al
mencionar que las bajó, se crea mucha ansiedad entre los demás personajes. Este
uso de una pesadilla sobrecogedora es un fenómeno interesante que un buen actor
puede reproducir. Sellers es uno de los pocos actores en el mundo que puede
desmarcarse de su propia personalidad. Tiene el increíble don de imitar
cualquier acento. Resulta casi espeluznante. En cuanto capta la idea,
prácticamente se transforma.
Mucha gente comenta que el diálogo de Catch-22 les recuerda a Abbott y
Costello. Es una lástima, porque lo único que Abbott y Costello sabían hacer es
representar mal un determinado tipo de
diálogo que también aparece en Kafka, esos extraños malentendidos que a veces
se dan entre las personas…Al leer sus escenas jamás pensé en Abbot y Costello.
"Resulta casi espeluznante. En cuanto capta la idea, prácticamente se transforma"
HELLER:
También a mí me sorprendió…Otra cosa que me dejó sin habla fue que todo el
mundo se identificó con Yossarian. Gente de izquierdas, de derechas, de clase
alta, de clase baja…Supongo que todo el mundo se siente a merced de al menos un
superior que es o corrupto, o estúpido o psicótico.
KUBRICK:
Aún a riesgo de repetir esas abstracciones, hay otra cuestión interesante por
la que siempre me he preguntado. A mucha gente le atrae inconscientemente la
idea de que todo el mundo pasará a mejor vida al mismo tiempo.
HELLER:
Sí, pero me pregunto cuántos de ellos están dispuestos a morir.
KUBRICK:
¿Cuántos creen realmente que van a morir? Esa particular indiferencia que algunos
sienten…
HELLER:
Creo que científicamente se llama “ficción de omnipotencia”. La creencia de que
vivirás para siempre mientras todos los demás van a morir.
KUBRICK:
La mayoría de las personas, yo incluido, tienen una actitud no resuelta sobre
su propia muerte. Creo que fue Sartre quien dijo que si hay algo que haría
feliz a un hombre condenado, sería el pensamiento de que al día siguiente de su
ejecución un cometa chocaría contra la Tierra y lo destruiría todo. Es
peligroso que la gente se diga muy a la ligera “al menos todos moriremos al
mismo tiempo”. El pensar en que todo el mundo podría destruirse al mismo tiempo
desvela una atracción inconsciente por resolver el problema de la propia
muerte.
HELLER: Lo
único que, para mí, hace tolerable la idea de la muerte es saber que a todo el
mundo le tocará tarde o temprano.
KUBRICK:
Esto podría ejercer una atracción insidiosa y fatídica hacia la guerra nuclear.
Sabes que te irás algún día, y tal vez prefieras que todos vayan contigo.
HELLER:
Puede haber algo de reconfortante en el hecho de pensar que todo el mundo
morirá a un tiempo. Pero este es un tema para otra película o para otro libro.
El tema es como la melodía en la música clásica. De hecho, las melodías en
música no son esenciales; tan solo necesitas acordes y sus variaciones. Creo
que si un escritor consigue dotar de vida a los personajes ya tiene medio
camino andado. Este es uno de los puntos fuertes de Dostoievski: puede crear a
una mujer y, tres o cuatro páginas más adelante, casi puedes notar cómo
respira. Tal vez no haga nada especial, pero se percibe una presencia viva en
cada página.
KUBRICK:
Una buena trama es un milagro sin importancia, es como una canción de éxito en
música.
HELLER:
Eso es excelente.
KUBRICK:
En Aspectos de la novela, E. M. Forster
comentaba que es lamentable que debe existir una trama, pero cuán necesario;
como los primeros hombres cavernícolas se sentaban alrededor del fuego y, si el
que contaba historias no conseguía mantener su interés, se iban a dormir o lo
golpeaban con una piedra.
Pero una buena trama se paga caro, porque en
cuanto la gente está ahí sentada, preguntándose qué es lo que va a pasar, no
les importa mucho el cómo o el por qué. Lo ideal es que, aunque no cuentes con
una buena trama, logres mantener el interés del espectador, abordando un tema
algo increíble desde un punto de vista realista. Ahí es donde el surrealismo,
la fantasía y la calidad onírica del libro se imponen. Otra forma de mantener
este interés es acercándose tanto al corazón de un hecho o de un personaje que
resulten fascinantes, aunque objetivamente sean más bien vulgares.
HELLER:
Uno realmente triunfa como creador cuando se gana al público siguiendo sus
propias reglas.
KUBRICK:
Debido a su forma y a su capacidad para provocar emociones, el cine puede
permitirse lo que podríamos llamar la historia sin trama o la película
antitrama. En cuanto las emociones calan en uno, el menor estímulo te hace
vibrar. Esto funciona sobre todo en el cine, pero también en los libros.
HELLER:
Considero que la ficción es una forma artística. Suelo abordar el tema con
aprensión, y por esta razón prefiero esperar un tiempo antes de emprender otra
novela. Es algo que no considero una pérdida de tiempo o una tontería. Ya han
pasado dos años desde que se publicó Catch-22.
Durante este tiempo he escrito de todo y he trabajado duro, pero sólo era una
distracción.
Creo que es muy fácil ser gracioso, pero ser
gracioso no creo que sea tan gracioso. Por lo que sé ahora mismo, mi próximo
libro no va a recurrir tanto al humor. No porque no me vea capaz, sino porque
creo que no aportaría nada a la historia. No quiero ser simplemente un cómico,
un escritor divertido. No constituye un reto para mí. Si la gente quiere
reírse, hay humor más que suficiente a su alrededor. Un chiste debería ser algo
más que un chiste.
KUBRICK:
Yo en realidad no busco material cinematográfico. Leo muchos libros y, en un
momento dado, me entra un deseo irresistible de hacer una película a partir de
un tema determinado. Es como si te preguntaran por qué te casaste con tu mujer,
puedes encontrar muchos motivos, pero no hay una explicación clara. La única
característica que define a un escritor o un cineasta serio es: ¿esperan hasta
que encuentran algo con lo que realmente están obsesionados? Un escritor serio
es alguien que escribe cuando hay algo que realmente lo obsesiona.
HELLER:
Sí, eso creo yo también.
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