1 de septiembre de 2009

PROYECTOS: ARYAN PAPERS

Texto tomado del Stanley Kubrick Archives. 2008 Taschen GmbH.

De Mentiras en tiempos de guerra a “Aryan Papers”

Por Jan Harlan.

Durante décadas, Stanley se dedicó a buscar material para una película sobre el Holocausto. No le interesaba hacer un documental, sino que dentro de lo posible – aunque ni siquiera él estaba seguro de que lo fuera – buscaba una estructura dramática que condensara la información vasta y compleja en la historia de un individuo que representara la esencia de este infierno hecho por el hombre. Shakespeare consiguió condensar con éxito la esencia de la maldad en los personajes de Yago y Richard III, pero estas eran, sin duda, historias simples en comparación con la intensidad del Holocausto.



El ejemplar de Kubrick de Mentiras en tiempos de guerra.

En un momento determinado, Stanley pensó en lo que él denominó “una opción fácil”: una historia desarrollada en la industria cinematográfica alemana en que se utilizara la rutina cotidiana de la máquina de propaganda de Goebbels como decorado del drama, pero nunca encontró una historia que le satisficiera de verdad. Le gustaban las novelas y cuentos de Isaac Beshevis Singer, y me sugirió que me pusiera en contacto con el escritor para pedirle que escribiera un guión original para él. Corría el año 1976. Singer residía en New York y había vivido durante décadas rodeado de refugiados del régimen nazi. Pensamos ingenuamente que esa era razón suficiente para que el magnífico escritor creara lo que nosotros estábamos buscando. Creíamos que recopilaría todas las experiencias vividas y las combinaría con los amplios conocimientos históricos documentados de que disponía, y que luego moldearía este conocimiento a través de su mente y su pluma hábiles en una serie de personajes que habían sobrevivido al terrible drama de la persecución nazi.
Mi reunión con Isaac Beshevis Singer en su casa de Manhattan culminó en un “momento de verdad” que aún hoy sigue vivo en mí. Tras compartir una taza de té e intercambiar las cortesías de rigor, llegamos al motivo de la visita y le dije que a Stanley le gustaba mucho como escribía y que esperaba poder convencerle para que colaborara con un proyecto cinematográfico original sobre el Holocausto. Isaac me observó un rato en silencio y luego dijo que se sentía muy honrado con la petición, pero que no era capaz de hacer justicia porque, lo cito literalmente, “no conozco la historia de primera mano”. De vuelta al hotel, llamé a Stanley a Inglaterra y le expliqué lo que Singer me había contestado. Se limitó a comentar: “Creo que sé a que se refiere”. Se sentía herido, en cierto modo vejado. Stanley llegó a la conclusión de que era poco razonable insinuar que un escritor solo podía abordar este tema si lo había experimentado de primera mano. Pero también éramos conscientes de que este “tema” no era comparable a ningún otro.

Primera página del ejemplar de Wartimes Lies de Kubrick. Aparecen nombres de diversas actrices, quizá con vistas al papel protagónico.

La búsqueda siguió. En 1991 Stanley se entusiasmó al descubrir la novela Mentiras en tiempo de guerra (Wartime Lies), de Louis Begley. No cabía duda de que se había enamorado de la historia, un primer requisito indispensable para que empezara los preparativos de cualquier película. Se trataba de un relato personal de prosa brillante narrado a través de los ojos de un niño que utilizaba elementos autobiográficos y los traducía artísticamente con al competencia de la experiencia subjetiva de primera mano de un niño en un testimonio terrorífico. La historia narra el viaje a Polonia de Tania, una joven judía, y su sobrino pequeño, Maciek, donde quieren convertirse al catolicismo para evitar la traición y la captura. Ambos establecen una relación única a medida que luchan e intentan burlar al entorno hostil con “mentiras en tiempos de guerra” y conseguir los “documentos arios”.
Era impensable rodar la película en el Reino Unido, de manera que Stanley tuvo que desplazarse al extranjero. La sola idea de tener que pasar unos meses lejos de casa y en un país de habla no inglesa le atormentaba. No solo por que iba a dejar su casa, sino también a sus hijos, sus nietos, sus animales y la infraestructura cuidadosamente organizada de su vida cotidiana. Pero estaba tan entusiasmado con al novela de Begley y la idea de poder rodar la película de una vez por todas que estaba dispuesto a aceptar este cambio tan radical en su vida.
Mentiras en tiempos de guerra no se prestaba fácilmente a un guión. Stanley elaboró algunos borradores y finalmente llegó a un tratamiento lo bastante bueno como para preparar una planificación y un presupuesto. Propuso Aryan Papers (Mentiras en tiempos de guerra) a la Warner Bros., pero no cabía duda de que el guión, como la mayoría de los suyos, poseía una estructura esquemática y que la profundidad de cada escena tenía que trabajarse en los ensayos, un proceso lento pero habitual en Stanley. Yo ya había observado esta tendencia en películas anteriores y más adelante en Eyes Wide Shut. Era como si tuviera el guión muy preparado, con un concepto claro de algunas imágenes de la película final, pero con los detalles de las escenas y los diálogos aún por concluir. Esto significaba que los cambios podían surgir en cualquier momento y cuestionar todo lo que había escrito a conciencia él mismo. Desde el comienzo de una escena hasta el “gracias” final del equipo siempre pasaba mucho tiempo. Stanley era consciente de que cambiaría muchos detalles, pero de momento el guión de Aryan Papers solo era necesario para el departamento artístico, el proceso de casting, el vestuario, etc., puesto que las sutilezas y las capas ocultas, es decir, las señas de identidad de sus películas, llegarían con posterioridad. Stanley tenía la seguridad suficiente para entrar de lleno en el proceso de pre-producción.
Roy Walker era le diseñador de producción y Phil Hobbs, el coproductor. En Bratislava se contrató a un director artístico y a un director de producción. Barbara Baum y su ayudante trabajaron en el vestuario en casa de Stanley, en Inglaterra, mientras que yo negociaba con Rick Senat, el abogado que se encargaba de los negocios de la Warner Bros., el apoyo de distintas autoridades nacionales y locales de Praga, Brno y Bratislava. Phil Hobbs organizó oficinas y buscó “bosques polacos” alternativos en Dinamarca. Franz Bauer (director artístico de la aclamada Heimat de Edgar Reitz) y yo recorríamos Checoslovaquia y Hungría en busca de locaciones. Todos tomamos miles de fotografías que mandábamos diariamente a Stanley junto con la información recopilada por teléfono, fax y correo. Johanna ter Steege era la actriz elegida para interpretar el papel de Tania, y Joseph Masselo, el de su sobrino Maciek.


Johanna ter Steege, la actriz holandesa escogida por Kubrick para el papel de Tania.


Y entonces empezaron las dudas y la confusión. Steven Spielberg había comenzado el rodaje de su nueva producción, La lista de Schindler, en los alrededores de Cracovia. Uno de los jefes de la Warner Bros., Terry Semen, y Stanley comprobaron que, una vez más, el tiempo no volvía a estar de nuestra parte. La película anterior de Stanley, Full Metal Jacket, había sufrido en la taquilla debido al estreno de Platoon, otra película sobre la guerra de Vietnam que se había estrenado poco antes y que había tenido un éxito rotundo. Íbamos a enfrentarnos a la misma situación de nuevo. Entonces Stanley y Terry deciden aplazar Aryan Papers a favor de A.I.



A veces pienso que gracias a esta decisión Stanley se sintió aliviado. Pero también sé que se sentía decepcionado por tener que dejar de lado tanto trabajo hecho y que se sentía especialmente triste al no poder trabajar con Johanna ter Steege, puesto que estaba seguro de haber encontrado una actriz cuya interpretación catapultaría una nueva estrella al firmamento internacional y que daría a esta película oscura y grave el “brillo” necesario.
Stanley escribió lo siguiente en una carta dirigida a Barbara Baum: “La mantendré informada. Todo el trabajo hecho no habrá sido en vano”. No sabía que el aplazamiento sería para siempre.

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