En el cine, el público parece no aceptar un desenlace que no sea feliz. ¿Será que una buena película conlleva a una identificación tan fuerte en el espectador que el encuentra esta no-resolución casi insostenible? Al mismo tiempo, sucede que el género fílmico entra en juego. Ya que el cineasta puede engañar al espectador quien espera su happy end sabiendo en el fondo de su corazón, gracias a otras maniobras aún más sutiles, que el héroe está ineluctablemente condenado a la ruina, que no habrá final feliz. Una película de criminales se parece a una corrida. Obedecemos a un rito, a un esquema que exige la derrota del criminal, de tal forma que, dejando de lado este saber provisional, el espectador no pierde jamás enteramente de vista la regla del juego. Es un final mucho más fácil de aceptar. Siempre me molestó el hecho que muchas películas se terminan en una falsa nota. Esto es particularmente sorprendente cuando se trata de una historia que martilla incansablemente un solo motivo, así por ejemplo, el suspense amarrado a una bomba escondida en una maleta: ¿explotará o no? Cuando tratamos con verdaderos personajes, con un sentido de la vida, la mayoría de los susodichos finales son maquillados, trucados, y me pregunto si su carácter no justificado no molesta al público.
De otro lado, creo que, desde que una película se termina por la realización de un sueño, por el cumplimiento de una labor, tenemos, por así decirlo, la impresión de algo inconcluso en la medida donde este final significa el debut de una nueva historia. Una de las cosas que mas aprecio de John Ford es la forma como él termina en un anti-climax, en una decepción, en una caída. Hasta hay caída sobre caída, y tenemos el sentimiento que está bien, que así es la vida y lo aceptamos.
Se dice a veces que para hacer películas según el gusto, sin preocuparse de la cuestión de entradas, hay que dejar las stars para poder funcionar con un presupuesto decente. En realidad, no son los honorarios de los actores que hacen un rodaje costoso. Lo que cuenta, es la cantidad de días que necesita el trabajo. Ahora bien, para hacer una buena película, hace falta un cierto tiempo. Limitarlo solo puede dañar el resultado esperado. Por cierto, existen historias que se permiten, no se sabe mucho por qué, de volver a hacerlas una y mil veces. En tres semanas, la jugada está hecha. Pero no es así que un director va a agotar todas las posibilidades. Seguido, no ganamos nada eliminando desde ya las stars para poner en la mira las salas de arte y ensayo. La única forma de comprar el tiempo necesario que hace falta para hacer justicia a vuestra empresa, vuestro proyecto, es empleando stars. Asegurar que la película será distribuida según los circuitos comerciales establecidos.
La pregunta es frecuentemente hecha con respecto al efecto negativo que un rodaje en exteriores puede producir sobre la verosimilitud de una película, o por supuesto sobre su calidad artística. De mi parte, he constatado que el rodaje en exteriores disminuye mucho la concentración necesaria. Falta la simplicidad casi clásica del estudio donde todo está bañado de oscuridad, pero donde la luz proviene de lugares muy precisos, donde reina la paz y en donde puede esperar una concentración absoluta. Miles de distracciones son entonces separadas, por ejemplo, los quinientos curiosos que nos miran, detrás de un cordón policial, en la esquina de la calle.
En mi opinión, se ha exagerado las ventajas de un rodaje en exteriores. Son innegables, cuando entran ante todo en la perspectiva de la atmósfera, las circunstancias y los lugares. Sin embargo, cuando se trata de poner en valor a los personajes, sus sentimientos, sus emociones profundas, nada es mas valioso, según yo, que el rodaje en estudio. Trabajar en un plateau proporciona al actor las condiciones ideales para la concentración; es allí donde agota todos sus recursos.
Durante el rodaje de Spartacus, discutí sobre esto con Olivier y Justinov. Los dos confirmaron que cuando ruedan en exteriores, sentían una pérdida de sus poderes de concentración, que algo borroso tenía tendencia a instalarse. Preferían estar en “en la mira”, en el medio de un decorado, rodeados de luces. Mientras que afuera, todo se mezcla y se difumina, adentro se vive como una puesta del focus sobre la energía psíquica.
En el cine, importa, no de apuntar al éxito sino de evitar el fracaso. Cada fracaso reduce vuestra oportunidad de rodar después, de hacer las películas que usted realmente quiere hacer.
Hoy en día, las personas parecen tener dificultades al momento de juzgar un personaje – ¿Tal es bueno o malo? – sobre todo los directores. Es como si distribuyesen primero por un valor de 25 centavos de “bueno”, y después por el valor correspondiente de “malo”, llegando al final al perfecto equilibrio.
Creo que lo esencial de un hombre bueno es saber donde está el mal y mostrarlo. O bien, si es el fuerte, escoger los momentos en la historia donde él es el débil y mostrarlo. Que es mas, creo que no hay nunca que intentar explicar como el se volvió lo que es, ni por que hizo lo que hizo.
No tengo ideas fijas en cuanto al género de películas que deseo hacer – westerns, guerra, etc. Sé que me gustaría hacer una película que dará una impresión de la época en la que vivimos, una película contemporánea que será verdaderamente la expresión de nuestro tiempo psicológicamente, sexualmente, políticamente y personalmente. Es algo que deseo hacer antes que cualquier cosa. Y será probablemente la película más difícil de dirigir de todas.
EL CASO BUICK
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*Tomado del libro Jim Morrison: Life, Death, Legend, de Stephen Davis,
Ghotam Books, Penguin group. 2004. Traducción por Raúl Lino Villanueva.*
Jim Morr...
Hace 7 años.
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